Antigua Guatemala: Un viaje al pasado en el presente
- Adriana Ligorría
- 23 ago 2018
- 3 Min. de lectura
Viajar al pasado es un sueño que casi todos hemos tenido. A pesar de que no es posible, o no todavía, existen lugares casi mágicos, que tienen el poder de mostrarnos cómo era el mundo y cómo ha crecido, como portales del tiempo.
Uno de mis portales favoritos es Antigua Guatemala, una ciudad colonial que permite contemplar la belleza de la arquitectura del siglo XVI. Su encanto es la interacción con el pasado y el presente que existe entre sus calles de piedra, restaurantes alumbrados con luz de velas y hoteles con paredes de adobe. No solo observas el pasado, puedes vivir en él.
Siendo guatemalteca tengo la dicha de poder utilizar este portal siempre que quiero. Entiendo que muchos no pueden, por lo que les quiero mostrar cómo es un viaje al pasado en un solo día, desde mi perspectiva personal.
Nuestro viaje en el tiempo inicia en el Cerro de la Cruz, una colina desde la que puedes contemplar toda la ciudad, abrazada de las faldas del Volcán de Agua. Si bajamos, los llevaré segundo a la Calle del Arco, uno de los sitios más famosos (y fotogénicos) de esta ciudad. ¿Por qué se llama así? Porque en esa calle hay un arco,
Lo interesante es su historia, pues en 1963 fue originalmente construido para que las monjas de la congregación de Santa Catalina lo utilizaran como túnel para no ser vistas. Es tan famoso que las ventas ambulantes no pueden faltar, pero sé paciente con la lluvia de personas que te ofrecerán de todo.
Mejor aprovecha que estás de viaje en el pasado comiendo un helado artesanal, de los que venden cerca de ahí. Están preparados con hielo molido con sal y son deliciosos.
A la par de esta calle está la iglesia de La Merced, por si te interesa ese tipo de arquitectura o si eres religioso/a y quieres aprovechar para hacer una oración en una capilla de 435 años.
Nuestra siguiente parada es en el Parque Central de la ciudad, donde todas las calles convergen. Tiene una vista preciosa de los edificios antiguos y está repleto de árboles, fuentes y, sorpresa, ventas ambulantes (pero créanme que les darían ganas de comprar todo).

Otro lugar icónico que no te puedes perder es el Tanque de la Unión. Es básicamente un conjunto de pilas comunales, de 165 años, que el pueblo antes utilizaba para ir a lavar sus pertenencias, pero es realmente lindo y querrás tomarle mil fotos.
Si te interesa la historia, te recomiendo visitar el Museo del Santo Hermano Pedro, en funcionamiento desde 1982. Su fin es que los visitantes puedan observar objetos religiosos de aquella época y ciertas pertenencias del Santo Hermano Pedro.
Si visitas el jardín de la capilla más pequeña, podrás recoger del suelo unas flores pequeñas y blancas de un árbol llamado Esquisúchil, que el mismo hermano pedro sembró en 1657. La flor tiene propiedades medicinales, tanto físicas como espirituales, según los fieles.
Como a estas alturas seguramente ya te dio hambre, te recomiendo mis dos lugares favoritos:
- Luna de Miel (pero tendrás que regresar cerca de la cuadra de la calle del arco), un lugar donde venden las crepas dulces o saladas más deliciosas que he probado en mi vida, con una vista preciosa desde su segundo nivel.
- O, ¿por qué no? darle el gusto a nuestros vecinos de El Salvador y comer las, en mi opinión, pupusas más exquisitas del mundo en Antojitos Salvadoreños. No tiene segundo nivel, pero sí una mesa a la que se llega subiendo unas cuantas gradas.
Espero que hayas disfrutado nuestro viaje digital al pasado, y que un día puedas venir. La cámara muestra solo una idea de lo que los ojos pueden ver.
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